domingo, 20 de octubre de 2013

Amaranta


Jacobo Sannazaro, "La Arcadia", Prosa Cuarta. Edición de Francisco Tateo, Cátedra.

Y con penetrante mirada, ora ésta ora aquélla observando, descubrí a una que entre bellas juzgué bellísima; sus cabellos estaban cubiertos con un delicado velo; sus ojos hermosos y brillantes más abajo resplandecían como si fueran claras y flameantes estrellas en el sereno y límpido cielo, el semblante algo más alargado que redondo, bellamente formado, de blancura no desagradable, sino mesurada, algo inclinado al moreno, y acompañado de un bermejo y airoso color, inundaba de placer los ojos que lo miraban; los labios superaban a las matutinas rosas; a través de ellos, cada vez que hablaba o reía, dejaba ver una pequeña parte de sus dientes, de tan rara y maravillosa hermosura, que con ninguna otra cosa, a no ser con perlas orientales, los habría sabido comparar. Luego, por el marmóreo y delicado cuello descendiendo, vi en el tierno pecho los pequeños y juveniles senos, que como dos redondos frutos bajo el finísimo vestido empujaban; entre éstos se podía ver una línea bellísima, y muy agradable de mirar, que, aunque en las secretas partes terminaba, fue motivo para hacerme pensar con más insistencia en dicha partes. Y ella, delicada y de gentil y elevada estatura, paseaba por los hermosos prados cogiendo con blanca mano las tiernas flores.


https://www.intecca.uned.es/portalavip/grabacion.php?ID_Sala=82788&ID_Grabacion=95874&hashData=725acd6a2df594fc2e7245a3e3711851&paramsToCheck=SURfR3JhYmFjaW9uLElEX1NhbGEs

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