lunes, 31 de octubre de 2011

La belleza del rostro

El cortesano
Libro IV capítulo VI
Baltasar de Castiglione
Mas hablando de la hermosura de que nosotros ahora tratamos, la cual es solamente aquella que parece en los cuerpos, y en especial en los rostros humanos y mueve aquel ardiente deseo que llamamos amor, diremos que es un lustre o un bien que mana de la bondad divina, el cual aunque se extienda y se derrame sobre todas las cosas criadas como la luz del sol, todavía cuando halla un rostro bien medido y compuesto, con una cierta alegre y agradable concordia de colores distintos, y ayudados de sus lustres y de sus sombras, y de un ordenado y proporcionado espacio y término de líneas, infúndese en él, y muéstrase hermosísimo, aderezando y ennobleciendo aquel sujeto, donde él resplandece acompañándole, y alumbrándole de una gracia y resplandor maravilloso, como rayo de sol que da en un hermosos vaso de oro, muy bien labrado y lleno de piedras preciosísimas; y así con esto trae sabrosamente a sí los ojos que le ven, y penetrando por ellos se imprime en el alma de quien le mira, y con una nueva y extraña dulzura toda la trastorna y la hinche de deleite, y encendiéndola, la mueve a un deseo grande de él; así que, quedando presa el alma del deseo de gozar de esta hermosura como de cosa buena, si se deja guiar por el sentido, da de ojos en grandes errores, y juzga que aquel cuerpo, en el cual se ve la hermosura, es la causa principal de ella, y así, para gozarla enteramente, piensa que es necesario juntarse de todo, lo más que sea posible, con él; y este es gran error, y por eso, el que cree gozar la hermosura poseyendo el cuerpo donde ella mora, recibe engaño, y es movido no de verdadero conocimiento por elección de razón, sino por opinión falsa por el apetito del sentido; y así también el placer que se sigue de esto ha de ser de necesidad falso

miércoles, 26 de octubre de 2011

El geocentrismo

Los planetas


Todo lo demás que podía contemplar desde ese lugar se me mostraba con una luminosidad asombrosa. Había estrellas que nunca habíamos visto desde aquí, desde la Tierra, y de unas dimensiones como nunca habíamos sospechado que fueran; la más pequeña de éstas, que era la que estaba más alejada del cielo y más próxima a la Tierra, brillaba con luz ajena. El volumen de las estrellas superaba con facilidad la magnitud de la Tierra. Tan pequeña me pareció la Tierra que sentí una gran desilusión cuando vi que nuestro imperio no representaba más que un punto de la misma. […]

sábado, 22 de octubre de 2011

Bienvenidos al Curso 2011-2012

Queridos amigos; os doy la bienvenida a la asignatura Textos Literarios del Siglo de Oro. En este espacio, cuelgo los textos que comentamos en la tutoría en Leganés. Espero que juntos hagamos un curso divertido y diferente. Nos vemos todos los miércoles de 17:00 a 18:00 horas en Leganés. Un fuerte abrazo

miércoles, 26 de enero de 2011

La rebelión popular

Basilio
¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente
 la furia de un caballo desbocado?
¿Quién detener de un río la corriente             2430
que corre al mar soberbio y despeñado?
¿Quién un peñasco suspender, valiente,
de la cima de un monte desgajado?
Pues todo fácil de parar ha sido
y un vulgo no, soberbio y atrevido.
Dígalo en bandos el rumor partido,
pues se oye resonar en lo profundo
de los montes el eco repetido;
unos ¡Astolfo, y otros ¡Segismundo!
El dosel de la jura, reducido               2440
a segunda intención, a horror segundo,
teatro funesto es, donde importuna
representa tragedias la Fortuna
Astolfo
Suspéndase, señor, el alegría;

cese el aplauso y gusto lisonjero

que tu mano feliz me prometía;

que si Polonia, a quien mandar espero,

hoy se resiste a la obediencia mía,

es porque la merezca yo primero.

Dadme un caballo, y de arrogancia lleno,                  2450

rayo descienda el que blasona trueno.

Basilio

Poco reparo tiene lo infalible,

y mucho riesgo lo previsto tiene;

y si ha de ser, la defensa es imposible

que quien la excusa más, más la previene.

¡Dura ley! ¡Fuerte caso! ¡Horror terrible!

quien piensa que huye el riesgo, al riesgo viene;

con lo que yo guardaba me he perdido;

yo mismo, yo mi patria he destruído.

miércoles, 19 de enero de 2011

La resistencia de Rosaura

Clotaldo  (Aparte)
(A Segismundo reducir deseo,
porque, en fin, le he criado; mas ¿qué veo?)
Rosaura
Tu favor reverencio.                                                  1620
Respóndote retórico el silencio;
cuando tan torpe la razón se halla,
mejor habla, señor, quien mejor calla.
Segismundo
No has de ausentarte, espera.
¿Cómo quieres dejar de esa manera
a escuras mi sentido?
Rosaura
Esta licencia a vuestra alteza pido.
Segismundo
Irte con tal violencia
no es pedir, es tomarte la licencia.
Rosaura
Pues si tú no la das, tomarla espero.                           1630
Segismundo
Harás que de cortés pase a grosero,
porque la resistencia
es veneno crüel de mi paciencia.
Rosaura
Pues cuando ese veneno,
de furia, de rigor y saña lleno,
 la paciencia venciera,
mi respeto no osara, ni pudiera.
Segismundo
Sólo por ver si puedo,
harás que pierda a tu hermosura el miedo;
que soy muy inclinado                                                          1640
a vencer lo imposible; hoy he arrojado
de ese balcón a un hombre, que decía
que hacerse no podía;
y así, por ver si puedo, cosa es llana
que arrojaré tu honor por la ventana

miércoles, 12 de enero de 2011

En veloz caballo

Clarín.
 En un veloz caballo
—perdóname, que fuerza es el pintallo
en viniéndome a cuento—,
en quien un mapa se dibuja atento,
pues el cuerpo es la tierra,
el fuego el alma que en el pecho encierra,
la espuma el mar, el aire su suspiro,
en cuya confusión un caos admiro;
pues en el alma, espuma, cuerpo, aliento,
monstruo es de fuego, tierra, mar y viento;
de color remendado,
rucio, y a su propósito rodado,
 del que bate la espuela;
que en vez de correr, vuela;
 a tu presencia llega
airosa una mujer.

Segismundo.

Su luz me ciega.

Clarín.

¡Vive Dios, que es Rosaura!

Segismundo.

 ¡El cielo a mi presencia la restaura!

Rosaura.

Generoso Segismundo,
cuya majestad heroica
sale al día de sus hechos
de la noche de sus sombras;

Hipogrifo violento

Hipogrifo violento
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada
bajaré la cabeza enmarañada
de este monte eminente,
 que arruga al sol el ceño de su frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas,
y apenas llega, cuando llega a penas;
bien mi suerte lo dice; mas
¿dónde halló piedad un infelice?