domingo, 15 de diciembre de 2013

El prólogo de don Quijote

Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligación; y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della.

Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribille y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero.

Edición digital de Florencio Sevilla Arroyo.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Templo sagrado

De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro,
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

   pequeña puerta de coral preciado, 5
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

   soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro Sol, en cuanto en torno gira, 10
ornan de luz, coronan de belleza;

   ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta, y tus virtudes reza.

Sonetos amorosos, 1582
Luis de Góngora

domingo, 24 de noviembre de 2013

El mundo por dentro

Quien no ama con sus cinco sentidos una mujer hermosa, no estima a la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra. ¡Dichoso es el que halla tal ocasión y sabio el que la goza! ¿Qué sentido no descansa en la belleza de una mujer que nació para amada del hombre? De todas las cosas del mundo aparta y olvida su amor, correspondiendo, teniéndole todo en poco y tratándole con desprecio. ¡Qué ojos tan hermosos honestamente! ¡Qué mirar tan cauteloso y prevenido en los descuidos de un alma libre! ¡Qué cejas tan negras, esforzando recíprocamente la blancura de la frente! ¡Que mejillas, donde la sangre mezclada con la leche engendra lo rosado que admira! ¡Qué labios encarnados, guardando perlas que la risa muestra con recato! ¡Qué cuello! ¡Qué manos! ¡Qué talle! Todos son causa de perdición y juntamente disculpa del que se pierde por ella.
-¿Qué más le queda a la edad que decir y al apetito que desear?-dijo el viejo-. Trabajo tienes si con cada cosa que ves haces esto. Triste fue tu vidad. No naciste sino para admirado. Hasta agora te juzgaba por ciego y agora veo que también eres loco. Y echo de ver que hasta agora no sabes para lo que Dios te dio los ojos ni cual es su oficio.

Francisco de Quevedo

domingo, 17 de noviembre de 2013

El prólogo del Lazarillo

http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12482952001249396310068/p0000001.htm#I_1_

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite. Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto. Porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y, a este propósito, dice Tulio: «La honra cría las artes».
¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala tiene más aborrecido el vivir? No por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mismo. Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: «¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!». Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad?
Y todo va de esta manera: que, confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades.
Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarle por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La religión de la isla Española

Hombres y mujeres todos son muy devotos, y guardaban muchas fiestas; cuando el cacique celebraba la festividad de su devoto y principal ídolo, venían al oficio todos. Ataviaban el dios muy garridamente; poníanse los sacerdotes como en coro, junto al rey; y el cacique a la entrada del templo con un atabalejo al lado. Venían los hombres pintados de negro, colorado, azul y otros colores, o enramados y con guirnaldas de flores o plumajes, y caracoles y conchuelas en los brazos y piernas por cascabeles; venían también las mujeres con semejantes sonajas, mas desnudas si eran vírgenes y sin pintura ninguna; si casadas, con solamente unas como bragas; entraban bailando y cantando al son de las conchas. Saludábalos el cacique con el atabal así como llegaban. Entrados en el templo, vomitaban metiéndose un palillo por el garguero, para mostrar al ídolo que no les quedaba cosa mala en el estómago. Sentábanse en cuclillas y rezaban, que parecían abejones, y así andaba un extraño ruido; llegaban entonces otras muchas mujeres con cestillas de tortas en las cabezas, y muchas rosas, flores y yerbas olorosas encima. Rodeaban los que oraban y comenzaban a cantar uno como romance viejo en loor de aquel dios. Levantábanse todos a responder; en acabando el romance, mudaban el tono y decían otro en alabanza del cacique, y así ofrecían el pan al ídolo, hincados de rodillas. Tomábanlo los sacerdotes, bendecíanlo y repartíanlo como nosotros el pan bendito; y con tanto, cesaba la fiesta. Guardaban aquel pan todo el año, y tenían por desdichada la casa que sin él estaba y sujeta a muchos peligros.
Historia de las indias y conquista de México.
López de Gomara

domingo, 3 de noviembre de 2013

Deus pictor

Arte de la pintura
Pablo de Céspedes
Un mundo en breve forma reducido,
propio retrato de la mente eterna,
hizo Dios, que es el hombre, ya escogido
morador de su regia sempiterna;
y l' aura simple de inmortal sentido
inspiró dentro de la mansión interna;
que la exterior parte avive y mueva
los miembros fríos de la imagen nueva.
Vistiólo de una ropa que compuso
en extremo bien hecha y ajustada,
de un color hermosísimo, confuso,
que entre blanco se muestre colorada.
Como si alguno entre azucenas puso
la rosa, en bella confusión mezclada;
o del indio marfil trasflora y pinta
la limpia tez con la sidonia tinta.
Suárez Miramón, Ana "Literatura, Arte y Pensamiento", pag. 172
 

sábado, 26 de octubre de 2013

Los caminos y las posadas de Francia


¡Oh cuán corrido estoy y arrepentido
de haberos alabado el tratamiento
del camino de Francia y las posadas!
Corrido de que ya por mentiroso
con razón me ternéis; arrepentido
de haber perdido tiempo en alabaros
cosa tan digna ya de vituperio,
donde no hallaréis sino mentiras,
vinos acedos, camareras feas,
varletes codiciosos, malas postas,
gran paga, poco argén, largo camino;
llegar al fin a Nápoles, no habiendo
dejado allá enterrado algún tesoro,
salvo si no decís que’s enterrado
lo que nunca se halla ni se tiene.
A mi señor Durall estrechamente
abrazá de mi parte, si pudierdes.
Doce del mes d’otubre, de la tierra
do nació el claro fuego del Petrarca
y donde están del fuego las cenizas.
Consulta la epístola íntegra en
http://cvc.cervantes.es/actcult/garcilaso/versos/epistola01.htm

domingo, 20 de octubre de 2013

Amaranta


Jacobo Sannazaro, "La Arcadia", Prosa Cuarta. Edición de Francisco Tateo, Cátedra.

Y con penetrante mirada, ora ésta ora aquélla observando, descubrí a una que entre bellas juzgué bellísima; sus cabellos estaban cubiertos con un delicado velo; sus ojos hermosos y brillantes más abajo resplandecían como si fueran claras y flameantes estrellas en el sereno y límpido cielo, el semblante algo más alargado que redondo, bellamente formado, de blancura no desagradable, sino mesurada, algo inclinado al moreno, y acompañado de un bermejo y airoso color, inundaba de placer los ojos que lo miraban; los labios superaban a las matutinas rosas; a través de ellos, cada vez que hablaba o reía, dejaba ver una pequeña parte de sus dientes, de tan rara y maravillosa hermosura, que con ninguna otra cosa, a no ser con perlas orientales, los habría sabido comparar. Luego, por el marmóreo y delicado cuello descendiendo, vi en el tierno pecho los pequeños y juveniles senos, que como dos redondos frutos bajo el finísimo vestido empujaban; entre éstos se podía ver una línea bellísima, y muy agradable de mirar, que, aunque en las secretas partes terminaba, fue motivo para hacerme pensar con más insistencia en dicha partes. Y ella, delicada y de gentil y elevada estatura, paseaba por los hermosos prados cogiendo con blanca mano las tiernas flores.


https://www.intecca.uned.es/portalavip/grabacion.php?ID_Sala=82788&ID_Grabacion=95874&hashData=725acd6a2df594fc2e7245a3e3711851&paramsToCheck=SURfR3JhYmFjaW9uLElEX1NhbGEs

domingo, 13 de octubre de 2013

Elogio de la pintura

Baltasar de Castiglione, “El Cortesano” Libro I, Cap. XI
Elogio de la pintura
El conde Ludovico de Canossa:
Verdaderamente quien no aprecia esta arte paréceme hombre fuera de toda razón, que si bien lo contemplamos, toda la fábrica de este mundo que vemos con el ancho cielo de claras estrellas lumbroso y en el medio de todo la tierra rodeada de mar, de montes, de valles, de ríos diversificada y de diversos árboles, de lindas flores, de extrañas yerbas aderezada, podemos decir que no es otra cosa sino una milagrosa y gran pintura por las manos de la natura y de Dios compuesta, la cual quien fuere para contrahacerla merecerá ser alabado de todo el mundo. Arte es ésta que no se puede llegar a saber mucho de ella sin tener noticia de muchas cosas, y si no, pruébelo quien quisiere y verlo ha. Por eso los antiguos la estimaban y hacían gran honra a los oficiales de ella; y así llegó a lo más alto de su perfección, como se puede bien conocer en los bultos antiguos de mármol y de bronce que en nuestros días se ven. Y, puesto que sea diferente la pintura de la escultura, la una y la otra nacen de una misma fuente, que es la buena traza o figura que el oficial en sí concibe para la obra que ha de hacer. Por eso, como lo de los bultos es cosa divina, así también se puede decir que lo son las pinturas, y por ventura son tanto más excelentes cuanto es mayor el artificio que en ellas cabe.


jueves, 10 de octubre de 2013

La posición de la tierra

La República, Cicerón

El sueño de Scipión
Todo lo demás que podía contemplar desde ese lugar se me mostraba con una luminosidad asombrosa. Había estrellas que nunca habíamos visto desde aquí, desde la Tierra, y de unas dimensiones como nunca habíamos sospechado que fueran; la más pequeña de éstas, que era la que estaba más alejada del cielo y más próxima a la Tierra, brillaba con luz ajena. El volumen de las estrellas superaba con facilidad la magnitud de la Tierra. Tan pequeña me pareció la Tierra que sentí una gran desilusión cuando vi que nuestro imperio no representaba más que un punto de la misma. […]



sábado, 5 de octubre de 2013

Bienvenid@s al Curso 13-14

Comienza el Curso y arranca Textos Literarios del Siglo de Oro, una asignatura común al Grado en Lengua y Literatura Española y al Grado en Historia del Arte, UNED. Espero que la selección de textos sea de tu agrado y de utilidad en el proceso de aprendizaje, y que la lectura atenta y el análisis cuidadoso de los contenidos sirvan en la consecución de los objetivos fijados en el programa del Curso. Propongo un texto a la semana para que practiques el comentario de texto siguiendo las pautas aconsejadas en la guía didáctica de la asignatura. La idea es que utilices este espacio para añadir tu comentario al texto propuesto: tu iniciativa será muy bienvenida  porque permite valorar los aciertos o errores que contiene y, al mismo tiempo, sirve de orientación a otros compañeros respecto a sus propio progreso. Bienvenid@ al Curso.