sábado, 20 de octubre de 2012

Sannazaro, retratado por Tiziano

 


Prólogo de la Arcadia
Posted by PicasaLos altos y espaciosos árboles, creados por la natura en los hórridos montes, suelen, a menudo, agradar más a quien los mira que las cultivadas plantas, expurgadas por doctas manos en los adornados jardines; y suelen complacer mucho más en los solitarios bosques los selváticos pájaros, sobre las verdes ramas cantando, a quien los escucha, que en las hacinadas ciudades, los amaestrados, dentro de las graciosas y ornadas jaulas. Por lo que igualmente, y así lo creo, sucede que las silvestres canciones escritas en las rugosas cortezas de las hayas deleitan a quien las lee no menos que los cultos versos escritos en los lisos papeles de los dorados libros, y las enceradas cañas de los pastores ofrecen tal vez un sonido más agradable en los floridos valles, que los tersos y apreciados bojes de los músicos en las ostentosas estancias. ¿Y quién duda, que a las humanas mentes no sea más agradable una fontana, que libremente mane de la viva piedra, rodeada de verde hierba que todas las otras artísticamente hechas con blanquísimos mármoles, resplandecientes por el mucho oro? En verdad, creo que nadie. Por lo que, confiando en todo lo dicho, bien podré entre estas solitarias riberas, narrar las rústicas Églogas, brotadas de natural vena, a los árboles que escuchan, y a aquellos pocos pastores que aquí se encuentren; así, expresándolas desnudas de ornato, tal como las oí cantar a los pastores de Arcadia, bajo las placenteras sombras, junto al murmullo de líquidas fuentes. Églogas, a las que no una vez, sino mil, los montanos dioses, vencidos por su dulzura, prestaron atentos oídos, y por las que las tiernas Ninfas, olvidadas de perseguir a los esquivos animales, abandonaron las aljabas y los arcos bajo los altos pinos del Ménalo y el Liceo. Por lo que yo, si me estuviera permitido, más tendría por glorioso el poner mi boca en la humilde zampoña de Coridón, que antes le diera Dametas como inapreciable presente, que en la sonora flauta de Palas, por la cual el ensoberbecido Sátiro provocó a Apolo para su propio mal. Que sin duda es preferible cultivar bien el terreno pequeño, que por mal gobierno dejar embosquecer el grande.